Guillermo Borao, egresado de Periodismo de la promoción 2012, acaba de publicar La sastrería de Scaramuzzelli, una novela editada por Roca que habla sobre las casualidades improbables y el amor por la familia.

Tras seis años de “disciplina, constancia y mucha humildad para saber escuchar”, según Guillermo, en septiembre salió a la luz una historia que comenzó a fraguarse cuando tuvo la necesidad de escribir sobre la realidad y el sentido de la vida. “Yo tenía la idea de plantear qué es real y qué no. Hablar sobre esta vida circunstancial que nos ha tocado y preguntarme si somos libres para elegir o si siempre, a pesar de que parezca que tomamos nosotros las decisiones, existe un destino hacia el que caminamos”, explica el autor.

Con este pensamiento, en mayo de 2016, Guillermo se fue a vivir a Inglaterra y comenzó a trabajar en el mundo de la moda y el cine. Y fue aquí donde nació el germen del relato de la novela: la diferencia de clases. “Quería contar que simplemente por vestir con un determinado tipo de ropa, la sociedad te clasifica y te mira de un modo u otro, cuando, para mí, la elegancia se lleva por dentro”, relata.

Y es que, el antiguo alumno de la USJ experimentó en primera persona esta distinción social cuando trabajó en Londres en una tienda de ropa de marca. “Un día, entró una pareja hablando en francés, creo que se sentían inseguros por no saber comunicarse más que en su idioma, y me trataron como si fuera su sirviente, realizando comentarios despectivos creyendo que no les entendía», cuenta Guillermo. “En un momento determinado, se pasaron de la raya y les dije que no se preocupasen si no hablaban inglés, porque podíamos hacerlo tanto en francés como en español. Cambiaron radicalmente su comportamiento, quizás porque se dieron cuenta de que un dependiente no tiene por qué ser una persona inculta y podía tener una formación incluso mayor que la suya”, continúa.

En otra ocasión, al ofrecer a otros clientes cuatro toallas de la marca valoradas en 100 £ cada una que se entregaban gratuitamente cuando el importe de la compra superaba las 1.200 £, la respuesta fue que no las querían, precisamente, por ser gratuitas. “Pero luego dijeron: << Bueno, dame tres para mis caballos y la cuarta, para ti >>. Entonces yo pensé: << ¿Me quieres decir que yo estoy a la altura de un caballo? >>”, reflexiona Guillermo.

Estas experiencias le presentaron la moda como un elemento que podía servirle para introducir la diferencia de clases en el relato y conseguir un hilo argumental que diera forma a la novela.

Decisiones que marcaron su camino

Con la unión de estas ideas – la distinción de clases y el sentido de la vida que vamos creando con nuestras decisiones – planteó un proyecto de novela y tomó la decisión que puso la primera piedra en el camino hasta la publicación del libro: envío su propuesta a la Fundación Antonio Gala, una organización que concede unas 10 becas anuales para que jóvenes creadores – escritores, poetas, artistas, músicos, etc. – puedan disfrutar de una residencia de un curso para desarrollar sus obras.

Entre unas dos mil personas, en octubre de 2016, Guillermo consiguió una de las plazas y se mudó a Córdoba para dar forma a su historia. “Durante un año pensé qué haría cada personaje, qué quería contar y cómo lo hilaría. Recuerdo que en la Fundación extendí un mantel de catering enorme y fui anotando todo lo que tenía en la cabeza, escribiendo, capítulo por capítulo, lo que sucedería”, rememora.

Durante la estancia en la residencia, además de dedicarse en exclusiva a crear, también recibieron visitas de referentes del sector literario, artístico, musical, etc. “Un día, vino Ana García D’Atri, una editora muy reconocida. Leyó un capítulo, le gustó y me dijo que le avisara cuando terminara la novela”, cuenta Guillermo.

Y esta petición quedó en la mente del antiguo alumno de la USJ, quien, tras salir de la Fundación en 2017 estudió un máster en cine y televisión y trabajó en diversas series y películas mientras continuaba escribiendo la novela. Cuando la terminó, rescató las palabras de Ana y le envío La sastrería de Scaramuzzelli. “Me hizo correcciones de manera altruista. Es muy difícil que te lean, así que lograr que te corrijan ya es increíble”, afirma.  

Más adelante, en 2020, Ana García D’Atri le invitó a formar parte de un grupo de escritura que se reunía telemáticamente cada semana durante el confinamiento. Semanalmente escribían un relato y lo leían a sus compañeros. Así, comenzó a crearse una relación de amistad y confianza entre ellos, hasta que un día Guillermo recibió un mensaje de Ana: “Guillermo, he mandado la novela a Roca. No sé nada más, ya te contaré”. Y ahí comenzó todo.

“Me escribieron de Roca, hicieron un informe de lectura positivo y fue pasando a determinadas personas de la editorial hasta que firmé”, resume rápidamente. “Llegar a una editorial tan importante es muy difícil, porque no aceptan manuscritos”, explica.

De periodista a escritor

Guillermo tuvo claro desde niño que quería escribir. Comenzó con poesía de los 13 a los 18 años. Entonces, los versos dieron paso a la prosa y se centró en escribir relatos cortos alentado por un compañero de la USJ. Siguiendo su ejemplo, decidió enviar sus relatos a varios concursos y ganó cuatro premios en unos pocos meses. “Entonces me di cuenta de que escribir me hacía sentir vivo y de que necesitaba seguir haciéndolo. Continué con los relatos hasta que tuve una historia que este formato no admitía”, cuenta.

Entonces, con unos 23 años, dejó de trabajar de periodista y se fue a Inglaterra para “experimentar y conocer” y convertirse en escritor. Y es que, según admite ahora, cuando decidió estudiar Periodismo en la USJ, confundió su necesidad de escribir relatos con escribir en general. “Creo que un periodista no tiene por qué tener vocación literaria, y viceversa. El periodismo es rigor, respetar las fuentes, contar la verdad. Y la literatura es lo contrario. Yo quería inventarme lo que decían las fuentes”, recuerda riendo.

Sin embargo, también reconoce que la USJ le permitió formarse y aprender sobre diferentes áreas. “Te daban la oportunidad de descubrir qué era lo que te gustaba. Además, la cercanía con los alumnos, los recursos y las instalaciones eran ejemplares”, admite.

Al final, explica, la USJ le dio una base sobre la que desarrollar su sueño: la escritura. “Suena a tópico, pero escribir es una forma de vida porque adaptas todas tus rutinas a la creación. Tienes que observar, porque las historias están en cada momento que sales a la calle, y empatizar para comprender a las personas. Yo observo y escucho, y a partir de ahí, tomo distancia y escribo una historia”, concluye Guillermo.