La depresión es una de las condiciones de salud mental más comunes entre los jóvenes. Un problema que puede llegar a tener un impacto significativo en la calidad de vida, la capacidad de funcionar en la escuela o el trabajo y en las relaciones personales.

Para abordar esta temática, el Grupo San Valero ha celebrado hoy la mesa redonda “Rompiendo el estigma: cómo la depresión afecta a los jóvenes y cómo podemos ayudar”, en colaboración con Cultura USJ, la Facultad de Ciencias de la Salud de la USJ, el Colegio Profesional de Psicología de Aragón (COPPA) y la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (ASAPME).

Moderada por Laura Zaurín, decana de la Facultad de Ciencias de la Salud de la USJ, han intervenido Laura Bafaluy Franch, psicóloga y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud USJ, María del Castillo Aparicio, vocal de la Junta Rectora de COPPA, y Manuel Martínez Pérez, responsable del Departamento de Atención Infantojuvenil de ASAPME.

Laura Zaurín ha comenzado compartiendo datos como que “la pandemia ocasionó un aumento de hasta el 47% de los trastornos de salud mental en la población infanto-juvenil”, pero que, de manera previa a la pandemia, “el 10% de los niños y el 20% de los adolescentes ya sufrían trastornos mentales”. Por ello, ha destacado la importancia de la información para que “no sea un problema enmascarado que persista en la vida adulta” y se llegue a “minimizar el impacto que tiene en la vida de los jóvenes”.

Posteriormente, los ponentes han compartido cómo ven ellos la salud mental de esta población en la actualidad. Manuel Martínez ha destacado que ha sido “mal entendida” porque se ha considerado como una realidad separada de la vida adulta. “Y no es así, sino que es una consecuencia de los engranajes que no están funcionando. Ahora los niños no nacen más vulnerables, como se está diciendo. Lo que ha cambiado es el ambiente y el contexto que les rodea, y eso se lo ponemos nosotros: padres, comunidad educativa, medios de comunicación, etc. Debemos poner el foco donde realmente está”, ha afirmado. 

Los expertos también han compartido cómo es la experiencia actual en consulta y qué casuísticas se están encontrando. María del Castillo ha destacado “la ansiedad y la depresión, las conductas autolíticas, la dificultad para relacionarse y la baja autoestima”. Además, ha mencionado que, actualmente, “son más sensibles y conscientes de que necesitan ayuda, y confían en la psicología”.

Por su parte, Manuel Martínez ha citado un nuevo perfil caracterizado por adolescentes que han pasado por muchos psicólogos. “Hay mucho desconocimiento de cómo funcionan las intervenciones y hace que muchas veces padres y madres quieran resultados inmediatos. Y si no los tienen tras tres o cuatro sesiones, cambian”, ha explicado.

Laura Bafaluy ha agregado otra nueva casuística: perfiles que no llegan a cumplir criterios de depresión o ansiedad, pero sí tienen un malestar que no están pudiendo resolver en su entorno. “En las generaciones anteriores, contábamos con un grupo (asociaciones juveniles, vecindario, colegio, grupo de deporte, etc.) donde teníamos apoyos. Ahora detectamos que necesitan un sitio donde refugiarse. Así que nos tendríamos que preguntar si el psicólogo está sustituyendo una labor que debería hacer la familia, la población o incluso el estado. Hay problemas de los que nos tenemos que encargar como sociedad”, ha reflexionado.

En este sentido, María del Castillo ha intervenido para puntualizar que “no es necesaria una psicopatología para ir al psicólogo”, porque “si hay malestar, ya se puede hacer una intervención” para tratar de evitar el desarrollo de la patología y porque “quizás la familia o el grupo no va a saber acompañar como se debería hacer”.

Más adelante, los expertos han expuesto factores de riesgo de la depresión, mencionando datos de estudios como el compartido por Manuel Martínez, quien ha explicado que “el 70,5% de las personas con problemas de salud mental en la edad adulta ha sufrido en la infancia alguna experiencia adversa de relevancia”; o el destacado por Laura Bafaluy y que refleja que “las horas que pasa solo un adolescente correlacionan con el nivel de adicción y de mal uso de las redes sociales”.

Igualmente, se han definido como factores de riesgo aspectos como la sobreprotección de los menores. “Para evitarlo, los padres deberían repasar su propia historia de apego y revisar si esas pautas siguen vigentes. Porque solemos buscar en nuestra propia historia lo que hicieron nuestros padres para validarlo. Y deberíamos sintonizar con lo que necesita de verdad el menor, y no nosotros”, ha argumentado María del Castillo.

Finalmente, se han transmitido factores protectores para evitar trastornos como la depresión. Entre ellos, el entorno familiar y el apoyo social basado en relaciones sanas. También el cariño incondicional de los padres, la importancia de los límites, el vínculo seguro y el fomento de la actividad física, la alimentación saludable y el sueño, entre otros.