Ha pasado mucho tiempo desde que salí del nido, de ese refugio de confort ya no solo familiar, sino también socio lingüístico y cultural que es España. En septiembre se cumplieron 7 años. Nunca me habría imaginado que fuese a vivir tanto tiempo fuera. De adolescente, el concepto de irme al extranjero me sonaba extraterrestre… De hecho, dejé de estudiar francés porque pensaba: “para qué continuar, Juan, si nunca vas a salir de España”. Pues toma tres tazas, por listo: Francia, República Checa y ahora Noruega.

Al igual que muchos otros, yo también me fui por trabajo. Realmente no lo busqué. Simplemente “sucedió” al poco de acabar el grado en Comunicación Audiovisual en la USJ. Ese mismo verano me llegó un mensaje de un amigo que por aquel entonces vivía en París, informándome de que había surgido un puesto de Community Coordinator español en Wargaming, la multinacional de videojuegos para la que él trabajaba. Me dijo que creía que yo sería perfecto para el puesto. A mí me abrumaba un poco el tema, pero como los videojuegos han sido mi pasión desde niño y no podía dejar pasar esa oportunidad, terminé lanzándome a la piscina.

Me pasé ese verano haciendo un intensivo de inglés intentando prepararme lo mejor posible para las entrevistas de trabajo. Hay que tener en cuenta que por aquel entonces tenía un nivel de inglés marca Hacendado con acento maño. Ya me entendéis: no tenía la soltura como para trabajar en ese idioma. De hecho, recuerdo que para la primera entrevista por Skype, coloqué un montón de pósits en el marco del monitor del ordenador. En ellos tenía de todo: posibles respuestas ya escritas en inglés, phrasal verbs para camuflar mi nivel e incluso alguna frase hecha. Creo que me ayudó a estar más relajado durante la entrevista y parece que no se dieron cuenta, o al menos no dijeron nada… ¡y hasta me contrataron!

Mi primerísima entrevista de trabajo fue en inglés y ahora que lo pienso caigo en la cuenta de que nunca he hecho una en español. Más aún, nunca he trabajado en España. Toda la experiencia que tengo la he acumulado fuera. El primer destino fue París y creo que esa mudanza fue la más dura. Llevarte toda tu vida en la maleta y dejar tantas cosas atrás, tantos amigos, familiares, lugares y rutinas… requiere de mucho valor. “Perro cobarde no jode” me dijo mi madre el día que me fui, aunque esa cualidad de valiente probablemente también la desarrollé gracias a los videojuegos. He vivido aventuras en ellos desde que tengo uso de razón, explorando sus mundos de fantasía y maravillándome con cada rincón. Tomarme vivir fuera como un juego en el que cada día hay algo nuevo por descubrir me ha ayudado bastante a disfrutar más de la experiencia. También a sobrellevar mejor la distancia con la familia.

No poder abrazar a los tuyos a diario, no ver crecer a tus sobrinos, no estar ahí en las comidas familiares de los domingos, no ver peliculones en el cine con tus hermanos y amigos… es, sin lugar a dudas, lo peor de vivir fuera. Es verdad que las nuevas tecnologías ayudan muchísimo a seguir conectados, pero no es lo mismo: una pantalla y un micrófono nunca igualarán un abrazo y una caricia. Ver a alguien cara a cara sigue siendo la mejor manera de conectar con otra persona, por muchos avances tecnológicos que haya.

A pesar de eso, siento que mi periplo lejos de casa está mereciendo mucho la pena. Al fin y al cabo, si aún no he vuelto con el rabo entre las piernas, es porque tan mal fuera de España no se vive. De mis 6 años en Francia, por ejemplo, salí muy contento y no me habría importado quedarme más. Estoy muy agradecido por cómo se me trató allí, la gente que conocí, los bonitos recuerdos parisinos y el nuevo idioma que me llevé también en la mochila (resarciéndome de ese Juan adolescente que no quería saber nada del francés).

Sin embargo, una cosa sí diré de Francia: si vives allí y te encariñas del pan y la repostería, vas listo luego si te mudas a otro país. Fuera de Francia la calidad del pan es terrible. No hay color entre las baguettes que compras en cualquier boulangerie de París y lo que sea que son esas terribles barras sieso manías que compra mi madre en Zaragoza. Como me dijo un día mi hermano: “ojalá se pudiera juntar todo lo bueno de cada país y sacar de ahí el país definitivo”. Del año que estuve en Praga me llevaría a esa nación de fantasía sin duda la cerveza y el goulash. De Oslo… la verdad es que todavía es muy pronto para destacar algo, ya que llevo aquí apenas 2 meses. No obstante, por ahora me quedaría con la cantidad de senderos y naturaleza que hay, además de sus zonas costeras. No sé por qué, pero creo que en el fondo siempre había querido vivir en una ciudad con mar, así que estoy disfrutando mucho por ahora. Hacer turismo y descubrir lugares increíbles sin tener que viajar es algo súper especial.

Vivir en el extranjero también te aporta bastante en cuanto a lo laboral. Tengo la sensación de que he ganado mucho atreviéndome a salir de España. Las dos empresas para las que he trabajado, primero Wargaming y ahora Funcom, me han tratado de lujo. No sé si ayuda que sean empresas de videojuegos, pero en ambos casos he tenido (y tengo) la fortuna de trabajar en equipos muy agradables y multiculturales. Esto último es espectacular porque aprendes un montón sobre otros países de Europa y más allá.

Una cosa que también agradezco mucho de mi breve carrera laboral son las oportunidades que he tenido para crecer y aprender más. En Wargaming empecé como Community Coordinator, pero un par de años más tarde promocioné a Editor de Vídeo, un puesto más relacionado con lo que estudié en la universidad y que desempeñé para Wargaming durante 5 años entre París y Praga. Como Editor de Vídeo fui recibiendo más responsabilidades poco a poco y terminé convirtiéndome en una navaja suiza que no solo corta, sino que también hace mucho más. Desde labores como Técnico de Streaming, hasta tareas como Capture Artist, grabando secuencias de vídeo dentro de los juegos de Wargaming.

Ahora en Funcom (donde llevo apenas un par de meses) estoy en un equipo que tiene puestos mucho más dedicados, lo cual me permite especializarme más en la edición pura y dura y en los motion graphics, pero sin perder la oportunidad de aprender otras cosas también. De hecho, ahora estoy en proceso de familiarizarme con Unreal Engine para comenzar a grabar ahí secuencias de vídeo. Todo amparado e incentivado por Funcom, lo cual ayuda mucho.

Al final, seguir estudiando es algo que me ha funcionado mucho por ahora para evitar la monotonía en el trabajo. Sé que esto no es posible en todos los oficios, pero precisamente por eso valoro mucho más lo que tengo y hasta donde he llegado. Un recorrido que tampoco habría sido posible sin la fantástica educación que recibí tanto en mi colegio concertado Teresiano del Pilar como en mi Universidad San Jorge. Hablo de ambos centros en posesivo porque todavía los siento parte de mí. No querría terminar estas líneas sin acordarme de todos los profesores y compañeros que han contribuido en dar forma a quién soy hoy y todo lo que he cosechado. Ellos son tan partícipes como mi familia y amigos más cercanos.

Un conocido me dijo una vez en París que tengo un trabajo de estrella del rock y en su momento me hizo gracia su comentario, pero en retrospectiva pienso que en el fondo tenía razón: no necesitas ser una estrella del rock para ser “la estrella” de tu familia y amigos. Y ahora en Oslo, como parte de los talentosos equipos de Funcom, trabajando en Conan Exiles y Dune: Awakening (el nuevo videojuego de la laureada franquicia de ciencia ficción), pues qué más voy a pedir. Es un sueño y suena un tema de rock and roll.

¡Un abrazo!