Veinticuatro estudiantes de la Universidad San Jorge han decidido seguir adelante con su movilidad Erasmus a pesar de la pandemia y las restricciones provocadas por la covid19. “Me fui con mil razones por las que partir y ahora tengo un millón por las que quedarme. Después de estos meses puedo decir con certeza que Coimbra se ha vuelto un hogar”, afirma Ana Bueno, alumna de Publicidad y Relaciones Públicas.

Este sentimiento resume a la perfección la experiencia de los estudiantes que están viviendo en otros países europeos y que, a pesar de la incertidumbre, decidieron no renunciar a esta oportunidad.

Ana Milán, alumna de Fisioterapia en Lublin (Polonia), recuerda que mucha gente le preguntaba por qué se iba con la situación actual y escuchaba que iba a desaprovechar la experiencia. “Pero, sinceramente, no me arrepiento para nada de haberme ido pese a la covid19”, afirma. “Es una de las mejores experiencias que he vivido en mi vida y que volvería a repetir una y otra vez. Sobre todo, por el crecimiento personal que te llevas y los grandes lazos que formas con la gente que conoces aquí”, asegura.

“Al principio estaba todo abierto y ni si quiera llevábamos mascarillas. Pero, al poco tiempo, las medidas se empezaron a poner más y más estrictas hasta el punto de que ahora solo está abierto lo esencial”, cuenta. Sin embargo, asegura que esto no le impide disfrutar de su estancia. “Aprendes a valorar los pequeños detalles, como ir a por un café con tus nuevos amigos o ver una película todos juntos tomando unas cervezas”, ejemplifica.

Tampoco ha tenido problemas para viajar, una actividad muy habitual entre los estudiantes que están realizando estancias Erasmus. “Nos hemos movido por Polonia y por países sin restricciones como Suecia y Croacia. De hecho, he estado en 10 ciudades diferentes”, explica.

Igualmente, el alumno de ADE + Derecho Arturo Guillén comenzó su Erasmus en Roma cuando todavía no había restricciones tan duras como las actuales. “En septiembre, pudimos ir por la calle sin mascarilla, cenar los mejores platos de carbonara e incluso salir por la noche a alguna discoteca al aire libre. La ciudad tenía vida, todos los restaurantes y tiendas estaban abiertos y repletos de gente, así como los monumentos más importantes”, recuerda.

Sin embargo, con el paso de los meses, las restricciones se endurecieron y ahora hay restricciones de aforo, límite en el número de personas reunidas, toque de queda, prohibición de viajes, etc. Aún así, afirma que está siendo “el año más maravilloso” de su vida.

“El Erasmus lo hace la gente con la que convives, los planes, el día a día, las excursiones, las comidas… Las restricciones actuales limitan nuestros planes, pero no impiden que podamos disfrutar al máximo de todo lo que hacemos rodeados de esas personas que en el mes de septiembre eran completos desconocidos y ahora son personas imprescindibles y seguro que para toda la vida”, afirma.

Beatriz Lasheras, estudiante de Arquitectura, también se encuentra realizando su estancia en Roma. “Estoy muy contenta de haber decidido continuar a pesar de las circunstancias. Estoy viviendo en una de las ciudades más bonitas del mundo y es un privilegio poder pasear y visitar los lugares icónicos de la ciudad sin apenas gente”, explica. Aunque admite que echa en falta ver las calles llenas de gente y música, asegura que está viviendo un Erasmus diferente, “pero no por ello peor, sino todo lo contrario”. Y es que, según argumenta, para una alumna de Arquitectura, descubrir la ciudad en unas circunstancias únicas “causa impresión a cada paso que das”.

Finalmente, Raquel Sánchez, alumna de Educación Primaria, está en Finlandia.  “Estoy aprendiendo muchísimo sobre teoría educativa, bilingúismo y entornos multiculturales e inglés académico, así como muchos conocimientos que podré aplicar luego en la práctica de aula”, cuenta. En cuanto a la vida social, ya tiene planes para ir a ver las auroras boreales a Laponia durante las vacaciones de primavera. “Me siento muy afortunada”, asegura.