Raúl Martínez Google certified trainer and innovator. Responsable innovación CPA

Leo que un 91% de los estudiantes han sufrido alguna modificación en su sistema educativo debido a la crisis sanitaria. Aproximadamente 1500 millones de alumnos y alumnas en todo el mundo.
La cifra habla por sí sola. Los cierres de centros educativos y los confinamientos en la mayoría de los países han generado, en un tiempo récord, un cambio educativo que está resultando muy duro para cada comunidad educativa de cada centro, independientemente de la etapa o etapas que imparta, su titularidad o la zona del mundo en la que se encuentre.

Es lógico pensar que algunos centros y algunos docentes lo han tenido más fácil. En el centro donde tengo el orgullo de trabajar, se lleva haciendo un esfuerzo importante en la mejora de la competencia digital del profesorado (y por ende del alumnado) y en el uso de plataformas y herramientas digitales de comunicación y gestión del aprendizaje. Hace ya varios cursos que CPA Salduie apostó por la implementación de G Suite for Education y por la formación del cuerpo docente y del PAS en el uso de sus herramientas.

Paralelamente, se han desarrollado acciones de apoyo y formación para potenciar aprendizajes sociales y activos, fundamentalmente basados en Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) y Aprendizaje Servicio (APS)

Ese esfuerzo ha tenido una recompensa que no hubiéramos deseado (al menos no de esta manera): comenzamos el confinamiento bien preparados.

Para nosotros fue posible establecer sistemas de trabajo online efectivos, sencillos y universales, que nos permitieron continuar en casa el aprendizaje iniciado en el centro. Sería falso decir que no cambió nada al pasar a la formación a distancia pero lo cierto es que, dadas las circunstancias, pudimos seguir ofreciendo una experiencia de aprendizaje de calidad a todo nuestro alumnado.

Abro aquí un pequeño paréntesis para agradecer la actitud, profesionalidad y dedicación de toda la plantilla de CPA, que ha sido la clave de que el cierre de nuestro centro haya tenido tanto de positivo.

Y así llegaremos al final de este curso. Será duro y en muchos momentos ingrato, pero llegaremos con la sensación, como cada curso, de haber cumplido con nuestro deber.

Pero, y este pero es importante, lo que nos espera a la vuelta del verano va a ser aún más duro.

El curso que viene va a ser especial. Probablemente un curso único en la historia de la educación, y va a venir marcado por un límite del aforo de las aulas, impuesto, cómo no, por las medidas sanitarias para luchar contra el coronavirus. Hace pocas fechas, la ministra de Educación afirmaba en una entrevista que, si no hay vacuna para entonces, en septiembre las aulas podrán acoger al 50% del alumnado habitual. Quince estudiantes como máximo por aula.

Por otro lado, estudios como el del Imperial College, alertan de posibles confinamientos a lo largo de 2021, de mayor o menor duración, en distintos países.

Es decir, que probablemente tendremos periodos en los que una parte del alumnado esté en el aula y otra parte fuera (ya sea en casa o en espacios habilitados en los centros educativos) y los habremos de alternar con períodos de formación a distancia como el que vivimos ahora. Ya no consiste en implantar el mejor modelo online posible, sino en atender al alumnado a la vez en formato presencial y a distancia al mismo tiempo.

Encontramos dos dificultades obvias:

La primera es la de la organización del centro. Cada escuela, instituto o universidad tendrá que crear sus protocolos de entrada y salida y de desplazamientos de alumnado y personal, tendrá que marcar las zonas en las que estará permitido estar, se verá obligado a disponer cartelería informativa y a ofrecer materiales de protección e higiene (mascarillas, guantes, geles…)
Además tendrá que asegurarse de desinfectar aulas y zonas comunes y cualquier material que se utilice (desde el borrador hasta el equipamiento del gimnasio pasando por ordenadores, proyectores y demás) para mantener un entorno seguro para la comunidad educativa.

Aquí las administraciones educativas tienen mucho que decir y aportar. Desde normativas e instrucciones a recursos humanos y materiales, será esencial que hagan posible a los centros la titánica tarea de educar en condiciones muy adversas. Esperemos que en las próximas semanas nos ayuden a aclarar el futuro.

La segunda dificultad es la pedagógica. Con la mitad del alumnado fuera del aula resulta obvio que no se puede dar atención a todo el alumnado durante todo el tiempo. Duplicar el cuerpo docente de cada centro educativo está lejos de cualquier planteamiento serio, por lo que hay que buscar alternativas consistentes a esta gran dificultad.

Aquí aparece el concepto de educación líquida, o híbrida. Este modelo tiene como objetivo que el docente sea capaz de mantener la mayor calidad educativa con independencia de dónde se encuentre su alumnado. Para ello, deberá utilizar estrategias y herramientas que le permitan estar en contacto con el alumnado y mantener una atención constante en su aprendizaje.

Cada centro, de nuevo, deberá implementar su propio modelo de formación líquida, atendiendo a las características de su plantilla, de sus instalaciones y equipamientos, de los estudios que ofrece,de su alumnado, etc…

En nuestro caso, apostamos por un modelo en el que la presencialidad equivale a trabajo práctico intensivo. Somos un centro de Formación Profesional, etapa en la que tenemos el deber de ayudar a nuestro alumnado a mejorar en sus habilidades técnicas (manejo de equipos, competencia digital, procesos de trabajo…) y personales (liderazgo, trabajo en equipo, comunicación…) por lo que los aprendizajes prácticos y competenciales son esenciales.

La idea es que, si el alumnado solo puede pasar un 50% del tiempo en el centro, lo utilice en el desarrollo de esas competencias tan importantes.

Los momentos de no presencialidad, en los que el alumnado esté en sus domicilios o en lugares dispuestos para acogerlo (zonas comunes del centro, por ejemplo), vendrán marcados por un trabajo autónomo por parte del alumnado en la preparación de esas tareas, prácticas y proyectos que realizará en el centro,

De esta manera, pensamos en turnos semanales de presencialidad y distancia que comparten el objetivo de llevar a cabo los retos y proyectos planteados por los docentes. Durante el turno de distancia, el alumnado trabaja sobre conceptos técnicos y teóricos, desarrollando labores de investigación, trabajo en equipo, toma de decisiones, curación y creación de contenidos, etc…

Durante el turno presencial, se pone en práctica esos trabajos previos de profundización y comprensión de los conceptos y técnicas.

Para lograr que este sistema funcione, necesitaremos un grado de autonomía muy importante por parte del alumnado, que tendrá menos apoyo del habitual en su aprendizaje (recordemos que sus docentes están en el aula).

Este grado de autonomía se consigue mediante la capacitación digital del alumnado y mediante una buena motivación. Deberemos formar a nuestros estudiantes en el uso de distintas herramientas que les permitan trabajar y comunicarse de manera remota en equipo; por otra parte, deberemos asegurarnos de que los proyectos, las tareas, los retos que los docentes ofrezcan, respondan a sus intereses y les mantengan motivados.

El próximo curso supone un reto complejo, pero también apasionante. Es una crisis pero también una oportunidad. Si logramos que este sistema funcione, vendrá para quedarse. Conseguiremos un sistema de trabajo muy flexible y enfocado a las necesidades reales del alumnado y habremos dado un paso de gigante hacia una educación moderna, efectiva y significativa.

Crucemos los dedos.