Los alumnos del grado en Bioinformática han realizado a lo largo del segundo cuatrimestre varias prácticas de laboratorio para ver cómo reaccionan diferentes compuestos. Dos de ellas, impartidas por la docente Estela Sangüesa, les han permitido constatar que sustancias presentes en el día a día tienen una base bioquímica y pueden ser identificadas fácilmente usando reacciones sencillas.

En la primera práctica contaban con disoluciones desconocidas que tenían que ir identificando con una serie de pruebas. En concreto, debían descubrir el azúcar no reductor – en este caso, la sacarosa – a través de la prueba de Fehling.  Los alumnos debían añadir sulfato de cobre al azúcar en un medio básico, mezclar el contenido en los tubos y calentarlos hasta ebullición. Si el tubo permanecía azul, significaba que allí no estaba el azúcar no reductor, mientras que si cambiaba a marrón pardo, sí que se encontraba en ese tubo.

En otra de las prácticas descubrieron la actividad de su propia amilasa salival. Cuando esta enzima – que se encuentra en la saliva – entra en contacto con almidón – presente en muchos alimentos como el pan o la patata – es capaz de romper las cadenas que lo forman. Por su parte, el almidón, por su estructura molecular de hélice, es capaz de interaccionar con el yodo cambiando su color de amarillo-anaranjado a azul. Así pues, si el almidón se expone a la amilasa de la saliva, será capaz de reaccionar haciendo que pierda su estructura de hélice, y entonces, en presencia de yodo, este seguirá teniendo su color habitual.

Cuando las enzimas se encuentran a pH diferentes al del cuerpo humano pierden su estructura y, por tanto, pierden su fusión, de forma que dejan de funcionar. De esta manera los alumnos detectaron cómo funciona la amilasa de la saliva, que es responsable de iniciar la digestión de los alimentos, rompiendo esas cadenas de almidón de los alimentos que se ingieren.